viernes, 7 de junio de 2013

Eric

Es una tarde calurosa en Nueva York. La reunión con los nuevos clientes ha ido realmente bien, aunque ha sido muy larga.

En la calle, sola, con la cabeza cansada, de la maratoriana jornada, estaba a punto de parar un taxi, cuando, Eric, uno de los directivos de la empresa con la que acabamos de firmar un buen contacto, me pregunta en perfecto español: "¿Donde vas?.
Fue como tirarme en paracaídas, de pronto en mi estómago sentí esa misma sensació, entre encogida, mariposas... mi corazón empezó a latir de tal manera que pensaba que se me hiba a salir del pecho. Notaba como me subían los colores, el simple echo de pensar que me estaba poniendo colorada me ponía mas nerviosa todavía.

- Al Hotel. Contesté. - Estoy realmente cansada.

Levábamos meses hablando por teléfono, y durante una semana habíamos negociado al más alto nivel. Solíamos acabar en un paseo, unas cervezas... Siempre con gente, aunque alguna vez nos habíamos quedado a solas y me hacía reír como hacía tiempo que no me reía. Pero hoy con el contrato firmado, con las prisas, no pensé que íbamos quedar, nadie lo ha propuesto, estábamos tan cansados... Pero ahí estaba él con esa preciosa sonrisa, solo, con su impecable traje, se había desprendido de la corbata y se había desabrochado la camisa dejando ver parte de su torso moreno, seguramente depilado y dejando ver un tatuaje en su cuello.

Eric, sugiere ir  a su casa, prepara unos riquísimos mojitos y las vistas de Central Park desde su apartamento son increíbles.

Para un Taxi. Abre la puerta de atrás y me pregunta en español: "¿Vienes?"

Reconozco que alguna vez había fantaseado con ese momento, dudé. Él se subió al taxi, ya dentro asomó el cuerpo, para decirme: -" ¡¡venga!!. Te acompañaré al hotel, cuando quieras llevaba mucho.

Así que tampoco puse mucha resistencia y subí.

Empezaba a anochecer y desde su apartamento, sin cortinas, se podían ver las luces de la ciudad.

Mientras preparaba unos mojitos, yo no apartaba la vista de la ventana... Charlamos y  él me miraba, observaba sus ojos, unos ojos grandes, intensos, alegres que sonreían a cada tonta ocurrencia que tenía.

Entonces, me dijo, ponte cómoda, yo lo voya a hacer...

Y se fue al baño, escuché la ducha y cuando terminó, oí, como iba a su habitación, lo que hizo girarme. Dejó la puerta entre abierta. Sin duda me vió reflejada en el espejo de su armario.

Aún a sabiendas de que me había visto no era capaz de apartar mi mirada sobre él.

Noté una sonrisa pícara de él, sin mirarme directamente. No podía parar de mirar sus boca, con esos dientes perfectos. Sus labios, con esa sonrisa, que él, de forma natural, siempre tenía.

Sentía, como comenzaba a desearlo dejando a volar mi imaginación, despertando un deseo, cada vez mas fuerte, acentuado con un toque de complicidad y ternura en las palabras de elogio, que Eric me iba narrando poco a poco.

Tenía puesta una camiseta y calzoncillos, yo quería aproximarme,  pero no quería romper la magia, empezó a jugar con su camiseta con sus partes mas íntimas, dentro del calzoncillo...
















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